Se supone que deberíamos dar palmas hasta con las orejas porque un gran grupo viniera a actuar a Valladolid, pero no es así, más bien todo lo contrario. No hace falta remitirse a grandes fiascos de «grandes artistas» como Michael Jackson, Luis Miguel, Julio Iglesias o The Rolling Stones –todos celebrados (o casi) en el mismo lugar donde actuarán los británicos- para darse cuenta de que esta ciudad no esta hecha para ese tipo de conciertos. Pero no porque no haya un público potencial importante, una situación geográfica privilegiada o unas comunicaciones cada vez mejores, simplemente sucede que no hay una política «cultural» coherente que mantenga una programación musical de nivel durante todo el año, lo que hace que estos alardes parezcan más propios de un constructor metido a presidente de club de fútbol que a un responsable de cultura en su sano juicio.



Artísticamente hablando, nadie niega el importante legado musical de Dave Gahan, Martin L. Gore y (ahora) Andrew Fletcher, pero no es menos cierto que sus momentos más dulces, creativamente hablando, pasaron hace ya demasiado tiempo y que ahora hay otros grupos y artistas a la vanguardia de la música popular contemporánea. Descartado el aspecto artístico, el único interés que podría tener su actuación en Valladolid sería estrictamente económico por el impacto en sectores como la hostelería o, tal vez, por la difusión mediática de la ciudad, pero tal y como se va a desarrollar la gira, va a ser bastante difícil que alguno de esos aspectos puedan concretarse.

En primer lugar porque el precio que se va a pagar por Depeche Mode en Valladolid está fuera de mercado, entendiendo las peculiaridades de este sector. Además, el magno evento será un día de diario, lo que perjudicará posibles desplazamientos de gente de poblaciones cercanas o no tanto. También habrá concierto (o conciertos) en Madrid –algo que mermará la posible llegada de público de allí-, Oporto –descartando público gallego y portugués- y Bilbao –haciendo casi imposible que gente del norte de España pueda acercarse-.

Añadan a esto el precio de las entradas, que costarán entre 40 y 70 euros. Depeche Mode también actuarán en Bilbao en el Bilbao BBK Live, cuyos abonos cuestan – a día de hoy- 100 euros. Aparte de Depeche Mode, ese festival contará con primeros espadas de la escena internacional. Dividan el precio del abono entre cuatro o cinco nombres de gran nivel mediático. ¿A cuánto les sale? ¿No hará esto que gente de provincias limítrofes o incluso de Valladolid prefieran pagar un poco más por ver más grupos? Todo eso sin contar con la posible competencia de festivales, cuya encarnizada competencia se cobró el año pasado más de una víctima, y si no que se lo pregunten a los responsables del Summercase o del Doctor Loft, por poner un par de ejemplos. Súmenle a todo esto que el próximo verano U2 estarán actuando en España, y que su público objetivo es muy similar al de los británicos.



Con esos antecedentes y en estas condiciones parece difícil, por no decir imposible, que el estadio José Zorrilla se abarrote y que el concierto sea rentable. Además, sucederá en este caso como lo que sucede siempre en este tipo de eventos -por no hablar de crisis financieras-, que cuando las cuentas salen bien el beneficio es para la iniciativa privada y cuando los números no salen quienes pagan las consecuencias son las instituciones públicas, es decir, los ciudadanos.

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