8 de abril, 20:30 h.

Librería Rayuela (c/ López Gómez, 22)

Tras los enigmas literarios que se esconden en las más conocidas películas de David Lynch, está la firma de Barry Gifford (Chicago, 1946), uno de los herederos más brillantes de la generación beat.

Traducido a más de veinte idiomas, su amplia obra narrativa se caracteriza por recuperar una visión profunda, plena de aspectos oscuros o violentos, de personajes marginales inmersos en un mundo de realidades y sueños ingobernables. Vinculado al cine como guionista y colaborador de directores como David Lynch, en la actualidad prepara la adaptación cinematográfica de la novela Wyoming y está a punto de estrenar su última colaboración cinematográfica con Matt Dillon, Under the Banyan Tree.

Memories from a Sinking Ship narra una infancia y adolescencia inequívocamente americanas a través de los viajes de un niño con su madre y la compañía ocasional de un padre enfermo y gangster. Se trata de la continuación de la extensa autobiografía iniciada con Wyoming y The Phantom Father, que nos llevan a los años 50 y 60 en Chicago, los cayos de Florida y Nueva Orleáns, una América más ideal que realista, una colección de imágenes que ya sólo se conservan en la memoria.

Durante los últimos 80, Barry Gifford comenzó a escribir historias y libros basados en su infancia. No se trata de un autorretrato riguroso, sino más bien de una imagen pormenorizada de su madre y su padre, y el mundo que habitaban, en el que aterrizó el pequeño Gifford como un visitante de otro planeta. Son títulos como A Good Man to Know, The Phantom Father, y Wyoming. Veinte años después de comenzar este proyecto, en 2006, ha conseguido completar la serie. La novela resultante, dividida en tres partes, es Memories from a Sinking Ship, ganadora del premio de la Fundación Christopher Isherwood.

De este modo, Barry Giffrod, se libra de la estela de autor cinematográfico que le ha perseguido desde hace dos décadas, cuando iniciara su colaboración bidireccional con David Lynch, siendo el autor de las historias filmadas en películas como Wild at Heart o Lost Highway, aparte de ser el padre de Perdita Durango, la historia llevada al cine por Alex de la Iglesia.

Por todo ello, y a pesar de que Gifford haya sido capaz de renovar la narrativa norteamericana, se le ha acusado en varias ocasiones de ser un escritor de género que crea sólo personajes planos, más propios del folletín o de la película de misterio que de la gran literatura. Sin embargo, la profundidad de Gifford no es producto de este envoltorio, sino de la confluencia y confusión de paisajes oníricos y reales, y por lo tanto, de una sucesión de imágenes que no tratan de explicar historias, sino mecanismos dentro de las mismas, motivo por el cual, el imaginario de Gifford, la mayor parte de las veces, se puede asemejar a un cuadrilátero en blanco en el que el diálogo y la interacción entre lo crudo y lo absurdo, irreal, u onírico, dan lugar a la recreación de todos los detalles necesarios para perderse en los laberintos de sus enigmas.

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