Valladolid, 26 de febrero de 2011, 12:45 de la mañana. Cruce de llamadas y recelos mutuos ante la posibilidad de incomparecencia por alguna de las dos partes en el polideportivo Huerta del Rey. La tensión era máxima, especialmente porque, frustrado el fichaje de Abelardo (medalla de oro en los JJOO de Barcelona ’92), el crack del equipo visitante, NV8 (y medio), había estado mareando la jornada anterior y fuera de plazo con un fichaje de invierno para desestabilizar la alineación local. Vegas invocó la nostalgia de Mareo, al espíritu de Quini y a los arrumacos de El Gatu, pero finalmente la servilleta y sus maniobras florentinescas cayeron en saco roto.
El equipo local, de rojo, andaba escaso de efectivos, por lo que el técnico de los camisas negras visitantes, Luiggi Trapattoni, que en el banquillo tenía más cambio que Caminero, planteó una táctica de desgaste físico, recurriendo a las carreras de Manu Molina. En este punto, habría que analizar la figura de Luiggi, un cruce de mil entrenadores: cráneo rasurado emulando a Guardiola, abrigo tipo Mourinho, bigote y voz de Preciado y aspavientos en la banda a lo David Vidal, pero tácticamente los genes le pudieron y en los momentos difíciles recurrió sin rubor a un estéril catenaccio.
En los primeros minutos los rivales se tantearon, escrutaron fortalezas y estudiaron los puntos débiles que podrían decantar el encuentro. Se analizó especialmente la alargada figura y las níveas piernas del líder del Real Sporting de Marxophone, al que precedía la fama, más bien leyenda, de campeón junior de voleibol, pero pronto se vio que sus únicas aportaciones iban a ser defensivas y al límite del reglamento. Algo parecido sucedía con su manager general/jugador, sobre quien se había creado un mito sobre sus tiempos en el Mallorca y un posible fichaje por el F.C. Barcelona frustrado por la incorporación de Onésimo. Las comparaciones con Onésimo se entenderían en otros ámbitos, pero, lo que es en la cancha, su juego recordó más a Calderé o incluso a Goikoetxea.
A pesar del juego bronco de los negros, los rojillos lograron llegar vivos al descanso con una ventaja de 4 goles a 2, beneficiados por la prematura lesión de Xel. Iniciado el segundo tiempo, llegó a la pista Reverendo Llanos, que se situó en la portería. En sus cinco primeros minutos encajó dos goles más propios de un portero de categoría benjamín de liga escolar que de un cancerbero, en teoría, preparado para estas exigencias. Todo lo contrario que Edu Baos, portero visitante, cuyas intervenciones – en alianza con los palos- emulando al mítico Cedrún evitaron una goleada de escándalo.
El empate momentáneo espoleó a los de Marxophone, que creyeron que la victoria era posible. Ilusos. Sus ánimos no se vinieron abajo con el 5-4, puesto que pronto Boba puso de nuevo las tablas en el marcador (5-5) y a punto estuvo de marcar de tacón y poner el 5 a 6 en el luminoso. Fue todo un espejismo. La llegada, también tarde, de Manopala Tachenko –O menino do bigode– puso orden definitivo en el juego local y la justicia en el marcador. Un contundente 9 – 5 fue el resultado final. Los astures reclamaron partido de revancha en Gijón, pero eso fue antes de que se hicieran presentes les agujetes.
El Crack
Manu Molina. El despliegue físico del apache de Cimadevilla supuso un auténtico quebradero de cabeza para la zaga roja, aunque nunca estuvo acompañado por los camisas negras (no llegaban) y sus remates tuvieron suerte dispar.
El Dandy
Abraham Boba. Sus elegantes controles recordaron los mejores momentos de Zinedine Zidane, especialmente en los últimos compases del partido, en los que dejó boquiabiertos a los espectadores cuando consiguió acomodar un melón que le llegó desde la banda contraria con sus partes blandas. ¿Se acabaron los quebraderos de cabeza para los coros de “Perplejidad” y “Lo que comen las brujas”?
¡Vaya día!
Reverendo Llanos. Cantó más que Massiel en la boda de Rociíto. Sus primeros cinco minutos en la portería de Laika se solventaron con dos goles de Marxophone para igualar momentáneamente la contienda. En el segundo gol de su patética cuenta particular, intentó engañar al rival haciéndoles creer que el esférico no había traspasado totalmente la línea de gol. Hubo que recurrir al ojete de halcón… y halcón se lo pasó teta.
El Duro
JS4. Sus incursiones desde El lado oscuro fueron breves pero contundentes, y en todas ellas vulneró el reglamento. Salió desde el banquillo para lanzar de forma ilegal una falta, y en al menos dos ocasiones mereció ir a la caseta. A falta de árbitro, la justicia la impartió su forma física, obligándole a rotar cada dos minutos en cancha. “Luke, yo soy…”.