Mocco cerró sus puertas hace pocos días y, esta vez, nada tiene que ver el Ayuntamiento. Como bien dice alguien que sabe, «En Valladolid no hace falta que nos cierren los sitios, ya los cerramos nosotros solos». Es difícil entender cómo una de las salas con uno de los mejores y más originales diseños, con una cuidada y novedosa programación, que cuidaba cada pequeño detalle y cuyos responsables tenían ganas de hacer cosas nuevas, tenga que cerrar sus puertas. Seguramente su propuesta estaba diez años por delante de la ciudad.