Los biógrafos del más allá
Parece que a Bono tampoco le gustan las biografías y libros que escriben sobre él y su banda, así que se propuso acabar con la vida de cualquier plumilla que se cruzara en su camino. En 1990 Bill Graham publicó el libro “U2 – The Early Years” y en 1995 repetiría temática con “The Complete Guide to the Music of U2”; no le dio tiempo a repetir más. En 1996 muere por causas desconocidas (al menos para nosotros).
Tampoco se libró Pimm Jal de la Parra, escritor nacido en Amsterdam y autor del libro “U2 Live: A Concert Documentary”, publicado en 1994 y reeditado con nuevos contenidos en 2003. El año anterior a esa reedición, y según fuentes oficiales, Pimm fallecía a las treinta y seis primaveras víctima de un cáncer.
El terror de los beatniks
Una vez iniciada su macabra carrera contra celebridades y escritores apenas conocidos, el ángel de la muerte se obsesionó con los escritores famosos, especialmente con aquellos que guardaban alguna relación con el rock. Y qué mejor objetivo que la generación beat. Con Kerouac en el camino, para su desgracia, la primera víctima del siniestro irlandés fue Charles Bukowski (sí, ya sé, dirán que Bukowski no era un beatnik puro y duro, pero hagan el favor de no joderme la línea argumental). En julio de 1993 U2 lanzó al mercado su álbum “Zooropa”, en el que se incluía el tema “Dirty Day”, dedicado a Bukowski. El autor de “Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones” (entre otras obras), que había soportado una vida intensa y los estragos del alcohol, los excesos y algún que otro defecto, fue sin embargo incapaz de superar la dedicatoria de Bono y las diñó (leucemia, lo llamaron) el 9 de marzo de 1994.
Unas semanas más tarde de la muerte de Ginsberg, y ya metidos en una soleada primavera, el cuarteto dublinés grabó en Kansas City el video clip promocional del single “Last Night On Earth”, que estaba incluído en su álbum “Pop”. Al final de ese vídeo aparecía William S. Burroughs, polifacético escritor que había superado 83 años de drogas blandas, drogas duras e hipotecas. El hombre que fue capaz de jugar con un revólver a ser Guillermo Tell disparando a una manzana que su mujer sostenía en la cabeza (acertando en la diana de la viudedad), tampoco pudo sobrevivir a la maldición de Bono. El 2 de agosto de 1997 palmaba a causa de un ataque cardiaco.